Cultura

El turf en Corrientes: hubo un tiempo que fue hermoso

Recorrer avenida del Centenario, en el tramo que ahora se llama Raúl Alfonsín, y doblar por Solari invita a redescubrir uno de los cadáveres del desaparecido hipódromo General San Martín.

Corrientes tuvo un hipódromo glorioso, pero los tiempos cambiaron y lo que alguna vez fue un símbolo de estatus devino en un abandonado predio que la intendencia de Tato Romero Feris quiso transformar en corsódromo a fines de la década del 90. Fue el intento final de retener la fisonomía de aquel majestuoso escenario hípico donado por la familia Llano al Jockey Club, que en pocos años fue atravesado por calles y loteado para dar albergue al centro comercial más importante de la región: el Shopping Centenario.
Además del shopping, hay baldíos, callejones y una planta eléctrica que zumba a toda máquina para alimentar los split en un verano al rojo vivo. Pero también quedan testigos mudos de aquellos años de chambergo y apuestas. Además de algunas caballerizas derruidas, en el horizonte se recorta indisimulable e hidalga la tribuna donde los socios alentaban a sus pura sangre para solaz dominical, en una jornada que finalizaba con anécdotas en interminables tertulias cuyas conclusiones se han perdido en la inmensidad de los recuerdos huérfanos.
Rodeada por una muralla desprolija que la aísla de su entorno de antaño, la tribuna de hormigón que alguna vez fue nueva (reemplazó a la centenaria estructura de hierro derribada durante la construcción del frustrado corsódromo) sobrevive en un retiro deshonroso: en sus entrañas respira acordes estridentes un boliche de cumbia al que asisten jóvenes (y no tanto) con ganas de menear el esqueleto al ritmo de Los Chaques y la Nueva Luna.
Si supieran que sobre esa loza colada en forma de escalera se respiraban otros ritmos y otras pasiones que por charme, tradición y abolengo empalidecerían a las más coquetas tenidas sociales de la actualidad. Si supieran que sobre esas gradas se ganaron y se perdieron fortunas, puede que los jóvenes de esta actualidad de saqueos e inflación, chupines, tatuajes y piercings, hasta se animen a dar una vuelta por lo que hoy es la zona trasera del boliche, que silenciosa invita a un momento de intimidad con los fantasmas de un mundo que ha muerto para siempre: el del turf.

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José Zampa17:03hs | 17/12/2013

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