Cultura

Requiem para el Cine Colón: su edificio es demolido para hacer locales

El ocaso de los cines tradicionales de Corrientes llega a su punto culminante con la demolición de todos los vestigios internos del desaparecido Gran Cine Colón. Sus entrañas de pasillos, escenarios, camarines y bandeja superior se transforman rápidamente en escombros para dar lugar a una nueva edificación que, sin perder la fisonomía externa, transformará al lugar en una galería comercial.



 

La demolición se lleva a cabo de acuerdo a las normas municipales que declararon al ex cine patrimonio edilicio de la ciudad de Corrientes, de modo que la fachada originaria se conservará tal como se conoció hace más de 70 años, cuando el Colón abrió sus puertas por primera vez para convertirse en un referente cultural junto con otros de coetáneos como los cines Corrientes, Rex, San Martín y La Perla.

Durante 40 años la respuesta del público fue masiva y obviamente rentable, pero en los 80 la llegada del VHS y la televisión por cable fueron una primera estocada. Las películas de pronto estaban al alcance de un click de control remoto y el público que antes se arremolinaba atraído por los estrenos se redujo a un puñado de cinéfilos que ya no dejaban los mismos dividendos.

La mayoría de los grandes cines clásicos de Corrientes dejó de existir en los 90 como consecuencia de ese fenómeno, pero el Colón continuó en manos de Roberto Giovanetti, un socio minoritario que alquiló a los demás herederos las instalaciones para producir una actualización acorde con los nuevos tiempos que corrían.

Hizo divisiones internas y convirtió la gigantesca sala única en cuatro más pequeñas que afectaron severamente la acústica, al punto que los asistentes al Colón de esa segunda época aseguran que se podía escuchar, además de la película que uno había ido a ver, el sonido de la que se estaba proyectando muros de por medio.

Giovanetti aguantó lo más que pudo, pero los acreedores que perseguían judicialmente al Colón –entre ellos antiguos empleados litigantes en demandas laborales- le dieron el tiro de gracia en 2007. La última función fue un primero de agosto de ese año. Al día siguiente un fallo del Superior Tribunal ordenó que cerrara su puertas definitivamente para que con la venta del edificio se pudieran saldar las deudas reclamadas.

Pasaron cinco años de abandono hasta que la operación inmobiliaria se concretó. El Gran Cine Colón se convirtió en un despojo de lo que fue. Pasar por la calle 9 de Julio al 1184 estrujaba el corazón de sus ya otoñales seguidores. En vez de la vidriera en la que podían apreciarse los afiches de cada película sólo había un insípida tapia que daba la certeza de un final indigno para el último clásico.

Y así fue. Hoy los cines modernos del shopping, la costanera y el hipermercado de Ferré y Chacabuco reciben a las nuevas generaciones con tecnología digital y salas menos voluminosas, acomodadas a la dinámica de un mercado que deglutió a los colosos de antaño. Del originario Colón quedarán fotos, anécdotas, relatos y su fachada histórica, único vestigio de que en ese espacio alguna vez Ilsa Lazlo se enamoró de Rick Blane, para emoción de los románticos de un tiempo que no volverá.


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